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Full text of "Susana Soca. En Un Pais De La Memoria. 1959"

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SUSANA SOCA 

EN UN PAIS 
DE LA MEMORIA 



EDICION "LA LICORNE" 

MONTEVIDEO 



EN UN PAIS 
DE LA MEMORIA 



SUSANA SOCA 

EN UN PAIS 
DE LA MEMORIA 



EDICION "LA LICORNE" 

MONTEVIDEO 



Derechos reservados. 

Hecho el depósito que previene la ley. 



COPYRIGHT 1959 BY "LA LICORNE" 
Impreso en el Uruguay - Printed in Uruguay 



REVISION 



wOD¿4 antología implica una revisión que no puede hacerse 
sino en medio de dudas e inquietudes. Pero una antología de libros 
inéditos amenaza a su autor con una perplejidad que reclama dilu- 
cidaciones sin término. 

El autor se encuentra en el estado de ánimo de alguien que 
hubiera quemado sus propios libros y perdido la memoria de los 
motivos que lo impulsaron a hacerlo, y luego, al azar, hallara 
fragmentos de esos libros y sintiera la necesidad de verlos editados. 

Ante todo predomina una sensación de extrañeza; el autor se 
encuentra ante una obra arbitrariamente diferida, más que como 
autor como espectador de las aventuras externas y peripecias inte- 
riores que originaron el largo proceso. En mi caso particular, tengo 
la sensación de haber caminado sobre una cuerda tensa, sin aban- 
donar ni editar. Ese tiempo y esa actitud, por la que el natural 
deseo de comunicación fuera frecuentemente castigado, pesan sobre 
el orden actual de los poemas. 

Un oficio lento y empecinado en el silencio, adquiere las carac- 
terísticas del mundo en el cual se desenvuelve. Aquello que parece 



inherente a la producción poética, ciertas jornias de comparación 
entre las propias cosas, la noción de su sentido general, toman el 
aspecto de una planta crecida en lo oscuro con relación a una 
planta necesitada de la luz» ha obra se realiza en un secreto campo 
y otros climas le aparecen extranjeros. 

Reconozco toda obra escrita a partir de 1940 y me responsa- 
bilizo de ella. Más aún, los poemas de ese período justifican a los 
anteriormente escritos y ayudan a definir a los otros realizados 
ulteriormente. 

Antes de esa fecha, casi todo está hecho, por así decir, a pesar 
de mí. Con caracteres de frecuencia pero también de extemporanei- 
dad. Existía un conflicto con otros aspectos vitales y un deseo 
absurdo de no ver el problema cara a cara, de escribir y seguir. 
Un deseo de aclarar otras cosas antes de ver a la poesía como reali- 
dad integral, de limitar su dominio en mí hasta sentirme capaz 
de admitirla. Se trataba de una exigencia que era acaso forma de 
un descontento sistemático. 

Los términos "descontento" y "exigencia" pertenecen al domi- 
nio de la lógica, y las vivencias del pasado se niegan a entrar en 
el molde de las consideraciones posteriores, porque no se reconocen 
nunca en ellas. Lo que imperaba era el deseo de una exaltación 
bastante grande para ocultar la ansiedad previa ante la fatiga anu- 
ladora que seguiría a esa exaltación, en el instante en que yo hu- 
biera querido desesperadamente seguir escribiendo. 

En el tiempo en que leía por primera vez ciertos libros fun- 
damentales, lo hacía fragmentariamente, porque no me decidía a 
desplazarlos de la biblioteca en que se encontraban y a llevarlos 
conmigo, a pesar de que yo, en aquellos días era el único visitante 
y nada me impedía hacerlo. Este dato curioso y absurdo me apa- 



8 ~ 



rece relacionado con otras dificultades mas profundas: una furiosa 
necesidad de escribir acompañada del temor de hacerlo en momen- 
tos en que no me sintiera totalmente llamada a escribir. Y esa 
angustia era tan cautelosa que no me permitía poseer mesas ni 
papeles adecuados. Casi todo lo escrito en la primera época se apre- 
taba al margen de diversos cuadernos de apuntes o en alguna hoja 
rescatada a ellos y de aspecto más o menos ininteligible. 

La posición que lógicamente debió ser la mía desde el princi- 
pio, paradojalmente empieza a serlo durante el período de guerra 
en que me encontré en París, en un clima de ciudad sitiada, dentro 
de la cual comunicaba, fuera de las fronteras del idioma, con las 
personas que más podían decidirme a publicar. Pero desde el punto 
de vista de la lengua me encontraba en un aislamiento absoluto. 

Como lo he dicho alguna vez, en aquel tiempo hallé, al azar, 
una frase de Turgueniev acerca de la forma en que él se sentía, 
a lo lejos, sostenido por el formidable poder de su lengua; y me 
identifiqué con esa frase para aplicarla al mundo hispánico. 

Amigos de París me ofrecieron ilustraciones y traducciones, o 
mejor dicho, transposiciones para los poemas, y habría aceptado 
con alegría si éstos hubieran sido editados con anterioridad en espa- 
ñol. Algo me impulsaba a publicar, por primera vez, con mayor 
despojamiento y dentro de la órbita natural del idioma. 

He querido reunir algunos poemas representativos de tres 
libros inéditos: Entredichos, Tiempo de volver y En un país de la 
memoria. Editados a su hora, estos poemas lo hubieran sido con- 
juntamente con muchos otros que sirven de eslabones entre ellos 
y, también, entre las tres etapas de producción aquí concentradas. 

ha primera parte agrupa algunos de los poemas que hubieron 
de ser publicados bajo los nombres de Noche y Cru2, Jardines 
húmedos y otros poemas. 



Al hacer la revisión de ese período poético, por primera vez 
me apareció en su unidad. Era el resultado de una época de contras- 
tes y un estado de conflicto permanente, durante el cual tres voces 
llamaban hacia tres caminos dijer entes. En el orden de lo general, 
estaba la angustia humana en su más acongojada e inmediata 
encarnación, la guerra; en el orden de lo particular, existían cier- 
tas cavilaciones de carácter ultraindividual y obsesivo; y, al 
extremo opuesto de lo uno y lo otro, se insinuaba un llamado a 
la alegría, a cierto esplendor que llega simultáneamente de perso- 
nas, cosas, paisajes, a una evasión en los jardines pasados y 
presentes. 

La invasión de lo general era tan grave que, para poder 
sobrellevarla con cierta vitalidad, había, por momentos, que huir 
y no sólo hacia una imagen de apaciguamiento. La más sombría 
ansiedad individual prestaba fuerzas para convivir con la presen- 
cia universal de la angustia. 

Así como la preocupación religiosa, predominante sobre 
todas las demás, raras veces se revela de un modo directo, así 
también los poemas inspirados, aparentemente, por las circuns- 
tancias en que se vivía figuran contadas veces en esta revisión. 
Vero al volver a leerlos comprendí que ninguno escapaba a su 
destino de expresar algo que era parte de una única realidad. 

Las tres voces se mezclaban, argumentaban en un entredicho 
sin término y, alternativamente, la una, antes de ceder su lugar 
a la otra, se confundía con ella. 

Tiempo de volver surgió de la confrontación con las cosas 
cuyas imágenes, durante un largo alejamiento, habían servido de 
puntos de apoyo para que el pasado no apareciera como pasado, 
sino como una simultaneidad de vida que lo mantenía presente 
en la ausencia. 



10 - 



La segunda y la tercera parte de este libro, están separadas 
por una crisis acogida por mi como una liberación, pero después 
de la cual pensé que ya no escribiría. Cuando más tarde pude 
hacerlo, el panorama interior era otro. 

El nombre En un país de la memoria está dado a modo de 
evocación. Se trata de un país familiar y perdido, recordado y no 
presente, un país en el que ya no vivo. La ruptura se produjo 
en el momento en que la memoria cesó de actuar como personaje 
central en el drama y de imponer a todos los temas sus específicas 
formas. En una palabra, aligeró su tiranía dejando en libertad a 
otras vivencias poéticas para que pudieran ser encaminadas hacia 
un sentido más general de las cosas. Vero había que empezar' de 
nuevo, reaprender en el vacío los gestos antes naturalmente ejecu- 
tados; y los poemas de ese período traducen el asombro ante (( una 
tercera vida". 

Entre las diversas pruebas que aguardan al autor de una anto- 
logía de poemas inéditos, existe una siempre abrumadora y nunca 
del todo prevista: la de la corrección. Se trata no sólo de sobre- 
llevar una responsabilidad no asumida a su hora, sino de actua- 
lizar el pasado para poder identificarse con él. 

La parte formal de la corrección se limita aquí al intento de 
rechazar al poema hacia sus fronteras naturales. Estaba en presen- 
cia de algo terminado en el tiempo e inconcluso siempre, donde 
la libertad y el orden aparecían arbitrariamente mezclados. Cuando 
en un poema predominaba cierto orden, he intentado intensificarlo, 
cuando, por el contrario, predominaba una más libre combinación 
de palabras, traté de llevarlo hacia ese rigor más secreto que rige la 
libertad. Y ahí encontré el más grande obstáculo, porque la libertad 
se ordena a sí misma en el instante de la pasión. Y todo ensayo 



~ 11 



posterior de modificar un poema que obedece a sus propias reglas, 
entraña dudas y desencuentros. 

Pero la tentación de apartarse del poema antiguo, al querer 
corregir, era más temible todavía. Ninguno de los temas aparecía 
como extraño, y ninguno estaba contenido en lo escrito. Una frase 
obsesiva pasaba a través de las líneas semiolvidadas, y forzaba al 
autor a desandar el río del poema en busca de la sensación que le 
diera origen y en busca del objeto que la provocara; y éste apare- 
cía de nuevo tal como había sido antes de entrar en la palabra, 
con caracteres de urgencia y de permanencia, e impulsaba a aban- 
donar lo escrito y a empezar otro dialogo. 

Del contacto nuevo con los antiguos poemas, surgió Labe- 
rinto, y no sin alivio decidí colocarlo a manera de postfacio por- 
que me pareció destinado a limitar estas aclaraciones, ha poesía no 
explica ni se explica, pero sustituye a la explicación, y deja subsis- 
tir en cada poema la esperanza de comunicar algo a alguien. 

Mientras componía Laberinto, me acompañaba obstinada- 
mente la imagen del mito de Ariadna, encamada visualmente en 
una presentación del Viaje de Teseo de Gide, vista hace algunos 
años. Una letra, un sonido, separan en nuestra lengua los nombres 
de Ariadna y Ariana y del mismo modo me pareció que había entre 
ellas una relación secreta, un cierto paralelismo constante. 

Y también decidí terminar el libro con Laberinto cuando 
creí reconocer, a través del elemento autobiográfico que contiene, 
y entre algunos aspectos variables de la lucha del poeta con la 
poesía, otra lucha no menos grande y común a todos: la del pasado 
con el presente. 

S. S. 

(N. de E.). Este libro es el primero de los varios conjuntos de poemas que 
Susana Soca había reunido para su publicación. 



12 ~ 



JARDINES HUMEDOS 



ROSA DE TODOS 



ROSA DE TODOS 



C ^ ) OY el que duerme lejos sin figuras 
soy el que apenas sueña que no sueña 
y en el declive de las olas vagas 
de una niebla que ignoran los caminos 
de la memoria, espera 
hasta encontrar una segura rosa 
hija y madre del día 
corona para la paciencia antigua 
del que dormía en las abiertas rocas 
por donde se despeñan incesantes 
iguales formas sin llegar al sueño. 



- 17 



Rosa excesiva la del sueño arde 

arde su piel de flor crepuscular 

arde como la infancia de la rosa 

y la primera rosa de mi infancia 

la rosa de alto pie 

entre tapias por ella defendidas 

se mueve a la distancia como el agua. 

Flor sostenida en una mano, vino 

como si caminara paso a paso. 

Busco la rosa en medio de las rosas 
y la mano en mi mano. 

Soy el que duerme lejos sin figuras 
el que no mira y sin embargo ve 
súbitamente la imprevista rosa 
del color de sí misma, nada más 
rosa de todos que es la rosa mía. 
Entre la orilla clara de sus pétalos 
y las moradas islas, 
empiezan lentos ríos de colores. 
Fulge la aguda la amarilla rosa, 
la de clavadas puntas en el humo 



que nubla los colores de la llama, 

la que retiene el oro en la ceniza. 

La grave y roja sale de la noche 

aligerada en lilas: lentamente 

precede a la mañana; 

la moribunda viva rosa blanca 

se inmoviliza en un jardín de escarcha 

y para siempre duramente brilla. 

En algún tiempo que los sueños miden 

con más rigor que el tiempo de la rosa, 

tocan rápidos labios 

los encendidos y apagados días. 

Ya vuelve la corola dispersada 

vuelve a su planta y su raíz de niebla 

y en las cenizas de su piel respiro 

el aire y la violencia de una rosa 

hace un instante abierta. 

Salen del sueño apresurados labios 

en busca de una flor 

y entre la niebla niebla y ya sin aire, 

siguen los pasos de una libre flor. 



ARBOL DE JUNIO 



ARBOL DE JUNIO 



N este árbol encerrado y solo 
entre la rama izquierda y la rama derecha 
antes de tiempo empieza el áureo río 
entre las hojas rápidas y las más lentas hojas 
donde el verde ya espera 
el oro singular que avecina la púrpura. 
Y oculta en la embriaguez de la sustancia 
graciosamente subirá la muerte. 

En el árbol el árbol 

y la cima y declive de un río sin espacio 



~ 23 



donde el precoz otoño estrechará al fantasma 
de las jóvenes hojas. 

En el árbol el árbol. 

El boscaje que aparta el chamuscado muro 
en la tierra sin aire de la piedra ha crecido. 

Junto al follaje nuevo el follaje quemado 
no por el breve tiempo sino por la pasión, 
el follaje quemado 
no por las huellas sino por los pasos 
de algún verano que deslumhra y sigue. 

En el árbol el árbol. 



24 - 



LUGAR DE DALIA 



LUGAR DE DALIA 



K^^yARDE llega a mi boca 

el olor del verano 

en mitad de la noche 

un aire que ha guardado 

la calidez del día 

se filtra entre mis labios, 

ya avanzado febrero 

y de soslayo 

secretamente sube 

el olor del verano 

en un jardín estrecho 

antes ya devastado. 



Sin fuentes para mí 
cuando ya no sé nada 
de la flor que lo envía 
seguro río avanza 
en mitad de la noche 
como un hilo del agua 
que es un hilo de olor 
angosto río avanza. 

Sólo sé que no viene 
del árbol de las rectas 
lustradas hojas 
prontas para las fiestas 
del encendido césped 
cercanas y secretas. 

Algún poder de flor 
desde lejos encanta 
o es acaso la hierba 
crecida y preparada 
para el último filtro. 
Arde bajo la llama 
alta y sin fuego 
de la primera dalia. 



En la violencia oculta 

de las hierbas se agranda 

alzada y sostenida 

la frente de la dalia 

y el lugar donde el canto 

en el perfume cava 

y antes de alzarse tiembla 

es un lugar de dalia. 

No se detiene el río 
y sin cesar avanza 
por donde se consumen 
los seres de las lámparas 
diestros en la alegría 
de una noche que basta. 
No se detiene y sigue 
por la apagada casa 
de las tinieblas. 
Sólo sé que nos llama 
a la tierra más sola 
a una tierra de escasas 
quietas vegetaciones 
apenas agitadas 
por el rigor del viento. 



Sólo sé que nos llama 
a una secreta tierra 
sin llano y sin montaña. 
Es una tierra austera 
sin nieves y sin brasas, 
mortalmente bebía 
de sus esencias blandas 
mi juventud. 
Es tierra mesurada 
y sin descanso mide 
desmesura y distancia, 
contados árboles 
apenas la acompañan 
a través de lagunas 
sin espejos, cerradas; 
donde calla y se mira 
la que a los suyos habla 
en un tiempo sin tiempo 
y de pie sin palabras 
delante de ella estamos. 

Caminan con sigilo 
las solapadas ondas 
en aire de invernáculo 
sobre ríos de aromas 



y más fuertes que el día 
aquéllas que no ignoran 
como golpear al viento 
se reparten las horas. 

A medianoche 
el olor del verano, 
me devuelve un camino 
de flor en el más largo 
río de sus aromas. 
Por él yo sigo y ando 
hasta tocar la sola 
tierra que está a mi lado. 



OTOÑO MI JARDIN 





OTOÑO MI JARDIN 



\ mm0 y TOÑO mi jardín 
blanco es el hongo como el jazmín 
otoño mi señor 
busco tu cara en el color 
busco en lo blanco tu nueva cara, 
quieta con las lagunas 
amenazadas , ardiente y clara 
se anula y alza entre las dunas. 
Es la cara violenta 
del aire apresurado 
en la rápida menta, 





del aire demorado 
en la resina lenta. 

Otoño mi señor 

ya busco el juego en tu color 

o es solamente color del juego. 

Soñoliento andariego 

de bosque en bosque de mar en mar 

busco tus nuevos modos 

de aparecer y cabalgar 

con los otoños todos 

sobre las alas de las gaviotas 

cercanas y remotas. 

Detengo el paso junto a la ría 

para que un pájaro beba la jría 

lengua del agua y aún no salga 

de todos los otoños 

en este último si cabalga 

aparta el ala de la blancura 

y elige el ala oscura. 

Color de cuervo el ala aciaga. 

Y todos los otoños 

en éste que me embriaga 

y me dejiende de los otoños. 



TIEMPO DE VOLVER 



BUSCO 
EL COLOR DEL MAR 



BUSCO EL COLOR DEL MAR 



E quitaron la antigua 
presencia que despacio me guardaba 
dentro y fuera de mí 

han de dejar un ancho y trastornado mundo. 

Me quitaron la colina 
donde sólo se respira 
la flor sin nombre de flor 
que el juego de las distancias 
abre en el aire violento. 
La colina mesurada 
mirando al mar desmedido 
la que sabe cómo cambia 




- 41 



el color con el instante 
sobre las olas lejanas 
extendidas en silencio 
y como si descansaran. 

Ya me he dado a las cosas que nunca fueron mías 
cesé de estar en algo antes de estar en todo. 
No me quitaron lo que sumergido en mí 
recobro palmo a palmo y nuevamente 
me niegan y conceden las puertas de la noche. 

Cortada he sido de impecables cosas 

que me poseen todavía, 

he salido sin salir 

de la colina y la pradera blanda 

del espejo y el confín 

de alguna fuente en vano detenida. 

No me quitaron la mirada; sólo 

el goce de mirar me quitaron de golpe 

y la sombra del goce en mitad de la ausencia 

tira de mí, despacio dividida. 

Era en el meridiano de la violencia cuando 

en el corazón del hombre 

la noche sólo quiere ocultarse del alba 



42 ~ 



y el día temeroso de la sombra 

paralelo a las tinieblas 

sobre rodillas incansables anda. 

Y despertar y sueño oponen y prolongan 

en el corazón del hombre 

las paralelas formas de ansiedad. 

Ahora debo seguir 

hasta tocar de nuevo la raíz de la ausencia. 

Como si me moviera en el contrario punto 
de la más ancha rueda de estaciones 
ya presiento la sed de la rama inclinada 
sobre una misma fuente pequeña y circular, 
la sed que el agua nunca sacia y muestra 
cuando el verano entero agudiza en relámpagos 
la languidez de la redonda hortensia. 

Yo ya no puedo ver 

el centelleo de la recta hierba 

que miro encaramada sobre una roca extraña 

o algún cristal ambiguo a veces me devuelve, 

gota del agua presa en bloque de amatista. 

Me han cercenado de arboledas múltiples 
aclimatado a las distancias lúcidas 



~ 43 



y sin embargo busco a tientas a lo lejos 
sobre las rocas de una apartada colina, 
en una noche que ni siquiera es la suya, 
busco el color del mar, el color de nube 
que algún hilo de oro como el jaspe atraviesa. 



44 - 



TIEMPO DEL MAR 



TIEMPO DEL MAR 



f 

\^X> mar se mueve en mí, incesante, tranquilo. 

El mar avanza al borde de los ojos desiertos 

sin las cosas que amaban. Adonde vuelvo, vuelve 

entre olas de azul quemado, como el alba 

de mis desastres. Adonde vuelvo vuelve, 

y la punta del día con el mar me acaricia. 

Aunque mis sueños trenzan sus coronas de abetos 

para las fiestas de los que duermen, 

no las puedo alcanzar ni me llegan cercanas 

mezcladas letanías de brasas y de fuentes . . . 

Con otros ojos sigo las huellas de mi ausencia 



~ 47 



y el color de la llama en ateridos bosques 
donde los ojos míos ya no quieren mirar. 

Sin sueños el desvelo y desvelado el sueño, 
adonde llego sólo llega el mar que no duerme, 
y su fría embriaguez vela por la apagada 
lengua de fuego ardiente en pasados otoños. 



48 ~ 



TIEMPO DE LA RESINA 



TIEMPO DE LA RESINA 



ELANTE de los pinos 
vuelvo al olor de la resina antigua 
a su secreta mirra encendida en los labios. 
Pero entre la resina que en el aire ya bebo 
delante de los pinos, 
y el perfume caído en la memoria mía 
y nunca derramado, hay un sendero corto. 
No lo puede cruzar este presente sueño 
por cien sueños de ausencia en vano ya soñado. 

Aquí la unión del labio y su lejana hierba 
de la resina viva y mi deseo 




- 51 



de sentirla de nuevo, el que apenas cabía 
en la encogida noche, la noche sin espacio 
para el aire las caras y las hojas. 

Ya sigo la resina transverberada y ágil 

adonde un sol oculto irradia y quema 

inagotable vino, allí bebemos 

el olor del follaje fresco y su propia llama 

como si caminaran juntos en la raíz 

de un pino adolescente. 

Avanza la resina confundida 

en el viento del mar por ella aligerado, 

como una vez el aire de los labios 

en aire de otros labios, una vez nada más. 



II 

Busco el sabor antiguo de las hojas 
que cien veces gustado 

rodeaba al cuello joven, y tibio como el ámbar 
de nuevo sorprendía. 

Regreso a la arboleda 

y el perfume camina en lugar de mis pasos 



52 ~ 



y la transporta y la abandona entera 
cada vez más secreto, acaso a medianoche 
entre las piedras vuelve a encender el silencio. 
Lo hallaría en lo oscuro de un pino que no brilla 
si estrecharan mi sombra los veranos no vistos 
a los cuales llegaba a tientas y sin mí. 

Alguien me dejó sola delante de las hojas 
como delante de una muerte que no fue mía 
y empecé a caminar buscando nuevos nombres 
para las mismas hojas. 

Si respirara en ellas nuevamente 

la inocencia del gozo y la melancolía; 

si respirara en ellas 

de una violenta vida anticipadas muertes, 
me acercaría a la resina viva. 

Pero yo estoy de pie 

en el sendero corto atravesado 

por un tronco marchito como una vieja seda, 

sin llegar a las hojas. 



^ 53 



TIEMPO DEL PAJARO 



TIEMPO DEL PAJARO 



[/ OR el pájaro ya sé 
que existe un día sin tacha 
por el pájaro ya sé 
que todavía la mirada 
puede llegar hasta el aire. . . 
Ahora vuelvo a la cámara 
cerrada igual a los sueños 
cuando en ella despertaba 
del otro lado del mundo. 
Aquí la noche que aguarda 
pasiva su propia vuelta, 



las tinieblas que no apartan 
mis manos ni mi fatiga. 
Del lado de la luz ancha 
un día de espejos verdes 
centelleantes como el agua. 
Sólo un pájaro golpea 
el muro que los separa 
sólo su grito me asombra. 

Vino conmigo la cámara, 
me persiguieron las cosas 
o acaso vine a buscarlas 
en la tarde enceguecida 
de las conjeturas falsas 
y los adioses ficticios. 
Ya las cosas preservadas 
y difuntas me siguieron. 
Conmigo se desplazan 
enteras y con su tiempo 
en el tiempo mío, exactas. 

Sólo el pájaro no vino 
y la cámara cerrada 
olvidó el tiempo del pájaro 
que es tiempo de la mañana 



ignoró el tiempo del pájaro 
que es tiempo de la alabanza. 

Me persiguieron las cosas, 
fidelidad que no basta 
por años viajó conmigo 
más cruel que la inconstancia 
cada noche sufrió muertes 
que a las otras se sumaban. 

Supe a lo lejos de sedas 
como muros resquebrados 
y de muros como blandas 
sedas apenas abiertos. 
Vi doblegada la dalia 
y el árbol erguido y seco 
cuando en sueños yo apartaba 
las guirnaldas de una muerte 
que sube y sube callada. 

Sin error y sin leyenda 
viajó conmigo la cámara 
ennegrecidos los oros 
brillantes las lisas lacas 
para llenar el vacío 



con sus nombres y sus fábulas, 
vacío de espejos negros 
donde un sol fugaz no baila. 
De sí mismo aligerado 
el oro lento se apaga 
en el último reflejo 
de la negrura liviana. 

Los colores sin objetos 
sugieren formas intactas 
para el lugar de aridez 
donde la pasión cavaba 
como un río innumerable. 
Por años a la distancia 
tranquilo singularmente 
el paisaje que me espanta 
y semejante a sí mismo. 
En la cámara cerrada 
he jugado con los monstruos 
para que me devoraran 
sin prisa, cuando los juegos 
de repetidas infancias 
para respirar en ellas 
ni siquiera me bastaban. 



Húmedo reino o apenas 

brocal de flor disecada 

dueña de esencias durables 

para la abeja que labre 

las más fieles pesadillas, 

mi juventud cara a cara 

vio la muerte y era muerta 

de estupor. Vuelvo a la cámara, 

sólo el pájaro me asombra, 

estricta garganta amada 

por el árbol taciturno 

que devoran las guirnaldas, 

como en los sueños de ausencia, 

mortales multiplicadas. 

Sólo el pájaro me asombra. 
Breve el grito que salta, 
ligera súbita lluvia, 
sobre la desierta rama 
y es un grito de alegría. 
Si el pájaro me alcanzara 
su grito como si fuera 
una mano apresurada, 
caminaría hacia el canto. 



EN UN PAIS 
DE LA MEMORIA 



EN UN PAIS 
DE LA MEMORIA 



EN UN PAIS DE LA MEMORIA 



V^-N un país de la memoria 
por años y años yo erraba sin salir 
en un país de la memoria 
escondido país, con rigor yo viví. 

Y si llegaba a la salida 
alguien de nuevo me hacía entrar 
en un país de la memoria 
que era país de la ansiedad. 

Por un tiempo más largo que el de la juventud 
conocí los dominios de entrar y de salir 



I think the chief reason tve have so little 
joy is that we take ourselves, too seriously. 

Thomas Merton. 




I 



- 67 



de aquel país de la memoria 

sometido a la ausencia, memorable país. 

Mano de brujo apenas era mano embrujada 
y sin cesar trazaba el anillo de humo 
estrecho y justo alrededor 
de aquel país en vano abierto a los países. 

Aquel país surcado de infatigables ríos 
que ningún mar devoraba, 
sólo el mar de la ausencia para siempre 
extendido entre mis ojos 

y el mar de la espuma y el mar de la hierba. 

II 

Andaba por los países 
atenta a seres y objetos 
y un signo que yo entendía 
me señalaba de nuevo 
el camino conocido 
camino breve del tiempo. 



68 - 



Un instante bastaba a la segura vuelta 
un instante bastaba a matar el espacio: 
seres y objetos iban conmigo 
adonde sólo llega el repetido sueño. 

Un signo aparecía 

entre las hojas de la arboleda 

entre los labios de las estatuas, 

ceñidas hojas, cerrados labios . . . 

Despertaban en mí las ciudades dormidas 

en una noche crecían pueblos 

de arboledas y estatuas semejantes a aquéllas 

amadas en el día, cruelmente cercanas. 

Y yo salí del árbol y la estatua 

en busca de las vías de semejanza ambigua: 

entre incisivas gracias similares 

seguramente iba 

hacia el país de la memoria 

todo cabía en él. 

Sólo el reposo era ignorado 

y entraba la alegría 

como la sombra entra en el muro 

y lo bello era bello en medio del temblor. 



III 

Desaparece ahora el anillo de humo 

sobre el mar de la ausencia alargado en mis ojos 

y he de salir de la memoria, 

camino lento que serpentea 

cuando no miro atrás ni tampoco adelante 

y de soslayo veo las cosas 

como si fueran otras. 

Por vez primera libre y sin país alguno 
adonde pueda volver 

en una misma noche entro, sin distinguir 
su ligereza y su peso. 

No sirven las palabras que en otra vida acaban. 
En el amanecer de una tercera vida, 
las cosas se retiran de sus nombres, 
desencontradas van por tranquilos lugares 
apenas lisos y resbaladizos. 

Dilatado el espacio 
entre el dolor y la alegría 
con extrañeza voy al encuentro 
de las cosas que amaba. 



70 ~ 



He de salir de la antigua memoria 

extranjera a los climas que no fueron sus climas, 

sin tiempo para los nuevos recuerdos. 

Un canto llega a mi boca, 
como si nunca hubiese sido mío, 
escucho sin hablar y alguna vez lo sigo. 



- 71 



SALMO DE LA NOCHE 



SALMO DE LA NOCHE 



C_-^ / QUI la noche jadeante y baja. La que se muere y 
no habla. Aquí la noche aferrada a la ceniza de la nie- 
ve. En las ciudades prisioneras. 

Hay que tocar la propia diestra para saber el camino 
del agua. Y sólo el agua divide el bosque negro de la 
ciudad inmóvil y vendada que un encaje olvidado de 
luna serpentea. 

Aquí la noche que no duerme. Y solamente encierra. 
Casi sin albas la de mañanas tardías. Risa de colegiales 




~ 75 



corta un instante el frío. Hasta que pasa en ella un 
silbido. Como a través del vuelo de las palomas 
condenadas. 

Sólo la noche se inclina a desiertos parapetos. Un tem- 
blor de siglos gira en las veletas agitadas por el cierzo. 
Y prolonga la voz de los tambores ensordecidos. 

Saltan sobre la nieve los centinelas como los osos 
cautivos. 

En su prisión la bella aprende por vez primera a ca- 
minar en las tinieblas. Y todavía nadie espera nada. 

Mayo, 1941. 



76 - 



ESTATUAS 



ESTA TU AS 



"Jardín de Bourges" 



u 

C ' / L principio soñé que soñaría con algún ángel. 

Tarde, los sueños de los jóvenes vivos fueron mis sueños. 
Y bruscamente me abandonaron. 

Luego soñé con los sueños salidos de las bocas de 
piedra de las estatuas. Las góticas criaturas siempre 
de pie en las estrechas casas de sus pórticos. Talladas 
por las manos que no mueren. Nombre de amor seguro 
para las manos que no tienen nombre. 

El alto objeto de sus sonrisas persigo en ellas. 



- 79 



Púdicas reinas de trenzas como la trama de sus claros 
años. Y en un hueco de piedra reconocemos los raros 
hechos que las tapicerías en fila nos enseñan. 

Doncellas de la ley. Orden y señorío de la Escritura. 

Y las de fría llama ya para siempre ardientes bajo los 
techos ojivales de sus abiertas casas. 

En sus bocas el fuego, como el aire en los pliegues 
de sus mantos por mil años detenido. 

Y las otras apenas como estatuas de estatuas. 

En otro tiempo la Dama bajó de Chartres para dejar 
su retrato. Las otras la acompañan junto a la sacristía. 
En un boscaje oscuro que recoge el polvo de los 
altares abandonados. 

Sobre una vieja tierra, como olvidadas. Entre laureles 
húmedos la lluvia detenida por el más largo otoño. 

Y entre soldados en bicicleta los grandes hongos redon- 
dos inclinados por la niebla, las cabezas cubiertas de 
enlutadas señoras. Desde el principio quietamente 
juntas. Llenas de pausas como la lluvia. 



80 ~ 



Y las otras apenas como estatuas de estatuas. 

Sobre una vieja tierra. Hechas para estar de pie yacen- 
tes, dóciles. Y rectas como un árbol las reclinadas for- 
mas. Con sus sonrisas que nunca duermen. Sobre una 
vieja tierra entre dos lluvias. 

Bajo la frente cuando me pierdo. Vuelvo a buscar en 
ellas el alto objeto de sus sonrisas siempre encendidas. 



- 81 



CABALLOS 



CABALLOS 



C 



LLOS corrían estrechamente. Sobre la arena más 
liviana que la tierra. Y más pesada que el aire. Cuando 
del otro lado estaba el mar. Y medían sus pasos las 
grandes olas inflexibles. Y los espacios de sus silencios, 
exactamente medían. 



Cuando la hierba sobre la arena nace. Como una flor 
del agua, traza su campo donde la otra lleva la sal. 
Y sus silencios entrecruzados bajo la lluvia resbalan 
entre los cascos de los caballos. 



- 85 



La joven noche que una misma avidez deslumhra y 
ciega. Despierta y sonríe al paso de los caballos. Sobre 
una delicada arena. Amazona de rígidos guantes de 
fieltro, hace una señal y en silencio los guía. A la 
señal reconocemos la misma suave distante mano que 
rozaba la cara en las tinieblas. La joven noche que 
amó la hierba y la estrella. Con su amor que todo lo 
que vive y muere en el semblante de un solo amado 
vanamente reunía. Alguien que buscaba un mismo 
brillo. A través de los reflejos, entre los bosques maci- 
zos. En las lagunas breves de los pastos. 

Entre la vela y el sueño. Son caballos del mar. Andan 
sus pasos sin fronteras. Ondulan en el sueño sus cren- 
chas apretadas por el más largo viento de la noche. 
El que camina hacia un mismo punto. Por el ligero, 
el insistente ritmo socavada la sombra. Sin más tam- 
bores que los tambores de sus cascos. Aletargados 
sobre la arena. 

Agilmente atraviesan los círculos del sueño. Y son 
caballos del aire. Andan sin tregua y sin fatiga, livia- 
namente. A lo largo de la noche. Desaparece el sonido. 
En un puro movimiento. Y sólo el ritmo entra en el 



86 ~ 



sueño. Como el aire al azar toca la piel de los tam- 
bores enmudecidos. 

Y sin reposo sé que he de volver a la primera arena. 

Y vanamente he de explorar la noche apenas entre- 
abierta. En busca del camino de sus pasos. Siento que 
se mueven. Entran en el sueño. Y son caballos del aire. 



- 87 



EN ESTOS 
REINOS DEL AGUA 





EN ESTOS REINOS DEL AGUA 



OR años hemos buscado 



sola sin mar y sin río 
entre las antiguas piedras 
solitario remo basta 
para las vías seguras 
por los siglos ya cruzadas. 

Giran sin cesar las ruedas 
y en silencio se desplaza 
el reflejo de la llama 
por una sombra insistente 
no vencida, atravesada. 





este reposo del agua 



91 



Las tiesas caras de oro 
despacio se regocijan 
cuando a sus labios alcanza 
la justa forma del cántico. 
Reinas en islas de lámparas 
y lámparas de las islas 
en blando fuego ofrendadas, 
las inmóviles se mueven 
entre la paciente llama 
y su sonrisa buscamos 
en las piedras y en el agua. 

Disperso el jardín del aire 
de las islas almendradas 
los boscajes son de piedra 
entre columpios se mueven 
y en todas las ruedas bailan, 
sobre espejos como setos 
se reúnen en guirnaldas 
las apartadas corolas 
y las gemas inmediatas. 
Ya reunidas en el agua 
como de la muerte surgen, 
resplandecen y se apagan. 



La ciudad antigua vuelve 
un instante, empavesada 
en los órficos tapices 
que bajan de las ventanas 
de sus cuadros, y las manos 
sobre tapices se alargan 
para ver pasar el mundo 
que avanza en medio del agua. 
A la embriaguez del color 
se inclinan deseosas caras. 

La ciudad antigua vuelve 
ella las piedras enguanta, 
húmedo el raso, de musgo 
y granates recamadas. 
Ya sin faustos ni elegías 
sola y de pie vuelve, avanza 
paso a paso verdinegra 
cuando la sola luz blanda 
enmascara los semblantes 
y apenas triste es la gracia. 

Cadencia humana que vuelve, 

incesante y mesurada 

en cada puente se eleva 



y cada puente nos habla 

de una ciudad para el hombre* 

Reza en cada templo el ansia 

de salir y de salir 

de sí mismo, reza y canta 

al borde de cada fuente 

duerme la fatiga larga 

del hombre a causa del hombre. 

Llega el salmo a la exaltada 
presencia del cinamomo 
se alegra la faz beata 
muda de todas maneras 
como ninguna presente. 
Bajan y suben las lámparas 
a una señal de su boca, 
y la sonrisa esbozada 
encontramos en el aire 
cuando las otras se apagan. 

Plácidamente se miran 
en estos reinos del agua 
lo transparente y lo oscuro. 
Se tocan con la mirada. 

Venecia, en octubre. 



LAS CAMPANAS 



LAS CAMPANAS 



P 

s jf — LEGO al lugar habitado 
por impecables campanas 
llego en la gloria del día 
sin saber que ellas estaban. 

Llama en el aire su voz 
y despierta al agua hermana, 
ella cederá el espacio 
para la voz que se alarga 
de las torres a las islas, 
clara la sonora senda 



entre las sendas calladas 
sigue junto a las estrías 
de la luz y se separa 
hermana en lo transparente 
del agua tornasolada. 

Nunca perdida la voz 
sin eco navega y anda, 
de las torres a las islas 
exactamente nos llama. 

En la alegría el convenio 
de la voz de las campanas 
con el agua y con el aire 
o el aire dentro del agua 
y allí los pasos hallamos, 
su ligereza y sus pausas. 

En la alegría el convenio 
del silencio y las campanas 
dueñas del propio camino 
en el esplendor del agua. 



Venecia, en octubre. 



EPILOGO 



LABERINTO 



LABERINTO 



I 

C^^T^QUI el poema largo interrumpido siempre 

y varias veces terminado 

poema escrito por una que yo no soy. 

Sé que la encuentro en la mitad, 

sin final ni principio. Pero ya no la busco 

sólo busco el poema para empezar de nuevo. 

Busco el instante en que se traba 

su mano con la mía 

en el modo de asir el interior del agua 

y el reflejo de algún árbol que no es el mismo, 



~ 103 



de tocar un objeto a la distancia, 
otro el objeto o la distancia es otra. 
Busco el instante en que se cruzan 
su mirada y la mía 

en el color del mar que siempre es nuevo. 

Por un instante el ritmo 
en la extrañeza familiar avanza 
y reconozco un movimiento fiel 
en la cara que ignoro. 

Con el sueño soñado un instante me encuentro 

en algún sueño interrumpido, 

por azar entro y sigo hacia otro despertar. 

Con otra voz hablo al mismo durmiente, 
eco de la suya se vuelve la mía. 
Aunque en otro tiempo habló rudamente 
mi voz y él, despacio, la contradecía. 

Me asombra mi furor, 

los puños recios para golpear en el vacío. 

Otra la miel, otra la sal 

las mismas olas cambian 

y la resina enciende un más secreto fuego. 



104 ~ 



Sin más historia que el poema 
entro bruscamente en la historia mía. 
El ritmo se quiebra y ya sigo a ciegas, 
sólo fechas mágicas en lo oscuro brillan 
entre palabras extranjeras. 



II 

La sombra de Ariana. 

Ya la sombra de Ariana, un instante guiada 
por el partido hilo de la memoria, llega 
al viejo laberinto del poema 
nunca a la entrada o la salida. 

Sólo recuerda el muro arborescente, 
algún punto se mueve hacia el centro del muro, 
sabe que lo ha mirado largamente de pie 
como si nunca hubiera ningún otro. 
Adonde antes corría con los ojos cerrados 
Ariana titubea, ha de saber que supo 
del camino sinuoso y sin embargo exacto. 
Donde ve las estrías como en el agua quieta 



del muro humedecido, en otro tiempo 

la angustia y la alegría trazaban líneas juntas. 

Sólo encuentra una frase. 
Cuando el itinerario del laberinto pierde 
no sabe si es aquélla que impulsaba sus pasos 
o aquélla que seguía. 

Imperiosa ordenada en mitad de la fiebre 
en el frío anulada obedece a las otras. 

Entre noche y día nuevamente vuelve 

a orillas de una rosa ya cansada. 

Ve los indecisos ríos de colores 

del punto morado al pálido punto. 

Ve el borde, el repliegue colorado y el dédalo 

donde cada rosa un color elige. 

Vuelve a ver las rosas, nunca más la rosa, 

la imprevista, allí los colores viven 

y todas las rosas un instante crecen. 

Era acosada por las cosas 
súbitas, duras, vaporosas. 
Se defendía con los ritos 



106 ~ 



de la palabra con sus gritos 
y sus rupturas. Por el ansia 
y la efusión de la constancia 
el crepitar de la vehemencia 
al agua de la complacencia. 
Y las cercaba en el amor 
o las cercaba en el horror. 

No era la cosa sino un movimiento, 
parpadeaba en el aire de los ojos 
y entraba luego para no salir. 

Aunque el sonido se disperse 

ardía la dulzura, 

aquélla misma que gotea 

al borde de una música 

desvanecida, la más lenta, 

y todavía se insinúa 

oh, sola y duradera 

así pasaba entre los címbalos 

nunca rendida por la fuerza 

de los acordes sucesivos. 

Perdura la más lenta 

ha de llegar hasta el olvido. 



Sin tregua Ariana daba al ser del laberinto 
el esplendor de las vivientes cosas 
devoradoras, devoradas 
para morir o hacer morir. 
Criaturas y cosas llevaba al interior 
para salir de nuevo a buscarlas afuera. 

Ariana sabe ahora que ninguno moría. 

Entre inmortales eran las escenas; 

simulacros de muerte lograba el arduo juego. 

Nunca acabado el ser del laberinto 

jamás concluía las cosas. 

Una vez mal herido parecía morir 

pero se prolongaba vivo en el adversario. 

Más que el poder del laberinto 

Ariana amaba al que llevó consigo 

cerca del día, en sueños, contra la faz del muro. 

A solas despertó buscando el hilo en vano. 

Ya lo incesante sale de las cosas. 
En el poema antiguo ahora se desplazan 
ligeramente para reunirse en una sola 
inopinada y densa. Por ella sabe Ariana 
que fuera leve el peso de la diversidad. 



108 - 



Sólo señales de las cosas 
en el trazado del poema. 
Otra la faz, otra la forma 
y lo que puso ya no encuentra. 

Ha de saber el nombre 
de la arboleda, el prado, el mar distante, 
si recuerda una hoja exacta, algunas briznas 
como las viera un día. 

O la concisa luz que tornasola 
en el vacío de la ausente ola 
y sin cesar reforma su corola. 

Se apoya en una hoja entre las altas hierbas 
tantas y tantas veces llevadas a lo oscuro, 
busca en las desiguales lisas blandas o acerbas 
puestas juntas, hundidas en el centro del muro. 
Descansa en una sola hoja para empezar, 
y sin pausas llevarla a algún nuevo lugar. . . 
Ahí, con otros ojos ver el color del mar. 



~ 109 



VINO PARA LOS OJOS 



COPIA FACSIMILAR 



"Vino para los Ojos" es el último 
e inacabado poema de Susana Soca. 







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o- di JL^faaÁvi <a juU d ai¿at{. 



VINO PARA LOS OJOS 



"VOLANDO BAJO SOBRE UN PAISAJE RUSO" 



V_^-N otro tiempo ardía algún furor callado 
en el más breve fuego de los ojos 
me llevaba sin tregua a las cosas ajenas 
súbitas familiares desconocidas íntimas. 
Amor o vehemencia 
puesta en mirar las cosas imprevistas 
perderme para hallarlas 
buscarme luego para no perderlas. 

En el tranquilo el amplio resplandor 
del aire, la alegría saliendo de las cosas 



a Pasternak. 




~ 119 



discreta como el agua que sale de las hierbas 

y un instante separa 

el árbol presentido y el árbol recordado. 

Un severo paisaje adivinado casi, 

busca lugar en mí, yo cedo con dolor 

algún espacio que se reducía. 

Así metida en mí la señal del abeto 

que los cuatro abedules imperiosos rodeaban. 

Segura forma de la nieve ausente 

al abeto rodea y se evade en el aire 

la cabellera vegetal y antigua, 

se acerca y diestramente se retira 

sin entrar en la esbelta casa del abedul. 

Hoy la afilada guirnalda me guía 

la aguda crencha perpendicular 

que lleva el nombre de cuatro estaciones 

y rectamente se alarga en el aire. 

Más lejos otro claro 

y uno es el abedul y cuatro los abetos 

estirados vigilan sin esconder la piel 



120 



del abedul desnudo, ya pronto para entrar 

en la cercana estatua de la nieve 

poderoso en lo blanco y su color 

el color de la luna que precede a la nieve. 

Estatua de sí mismo el abedul 

casi sin ramas ya para las hojas 

dormidas a lo lejos en el sueño 

de algún verano refulgente y breve. 

Aquí he llegado y sigo. 

Olvidada del alto vino para los ojos 

y entre la sangre y la mirada brilla. 

En la violencia de las cosas vuelve 

esta violencia mía por años escondida 

detrás de los espejos en otro tiempo ardientes 

por años encerrada en un poema antiguo. 

Hoy la encuentro en el aire 

en el deseo de estrechar el árbol 

o de entreabrir la piel de un abedul. 



~ 121 



INDICE 



PAG. 



REVISION 7 

JARDINES HUMEDOS 

ROSA DE TODOS 17 

LUGAR DE DALIA 27 

OTOÑO MI JARDIN 35 

TIEMPO DE VOLVER 

BUSCO EL COLOR DEL MAR 41 

TIEMPO DEL MAR 47 

TIEMPO DE LA RESINA 51 

TIEMPO DEL PAJARO 57 

EN UN PAIS DE LA MEMORIA 

EN UN PAIS DE LA MEMORIA 67 

SALMO DE LA NOCHE 75 

ESTATUAS 79 

CABALLOS 85 

EN ESTOS REINOS DEL AGUA 91 

LAS CAMPANAS 97 

EPILOGO 

LABERINTO 103 

COPIA FACSIMILAR DE "VINO PARA LOS OJOS" .... 113 

VINO PARA LOS OJOS 119 



SE TERMINO DE IMPRIMIR EN LA 
PRIMERA QUINCENA DE DICIEMBRE DE 1959. 
EN LOS TALLERES GRAFICOS DE 
IMPRESORA URUGUAYA S. A. 
JUNCAL 1511, MONTEVIDEO (URUGUAY). 
ESTA PRIMERA EDICION CONSTA DE MIL 
EJEMPLARES; DOSCIENTOS EN PAPEL TIPO 
"JOHANNOT", CON NUMERACION ROMANA 
DE I A CC Y OCHOCIENTOS EN PAPEL PLUMA 
MARTILLADO. NUMERADOS DE 1 A 800. 



EL PRESENTE EJEMPLAR 
LLEVA EL NUMERO